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La historia de “Peaches” es una de esas que parecen sacadas de un documental inspirador. Pero es completamente real. Es la historia de un ave, una tormenta y un regreso inesperado que se convirtió en símbolo de resiliencia y conservación.
Peaches es un flamenco rosado que vivía en la Península de Yucatán, como miles de su especie. Pero en 2023, durante el paso del Huracán Idalia, fue arrastrado junto con otros flamencos hasta la Bahía de Tampa, en Florida. Dañado y desorientado, fue rescatado por navegantes locales y llevado a un santuario de aves marinas. Allí recibió cuidados, fue alimentado, curado… y bautizado como “Peaches”.
Tras su recuperación, se le colocó un transmisor satelital para rastrear sus movimientos y fue liberado. A partir de ahí, se perdió su rastro durante más de un año. Hasta que en 2025, fue localizado nuevamente… en casa. En su hogar: la Península de Yucatán. Anidando con miles de otros flamencos. Como si el ciclo se hubiera cerrado.
El rosa que nace de la sal (y de la artemia salina)
Peaches regresó a un lugar muy especial: Las Coloradas. Este rincón mágico del norte de Yucatán es famoso por sus lagunas de color rosa intenso. ¿Por qué ese color? Por su alta salinidad, que permite el crecimiento de microorganismos como la halobacteria, la Dunaliella salina y, de manera fundamental, la artemia salina (un tipo de pequeño crustáceo de agua salada). Estos organismos producen pigmentos como el beta-caroteno, que tiñen tanto el agua… como a los flamencos.
Este entorno no solo es visualmente impresionante, también es crucial para la alimentación de estas aves. Los flamencos consumen grandes cantidades de este plancton salino, especialmente artemia salina, lo que les permite adquirir su característico color rosado.
Foto de Artemisa Salina
Del gris al rosa: el cambio de color en los flamencos
¿Sabías que los flamencos no nacen rosados? Las crías suelen tener un plumaje blanco o grisáceo al nacer. A medida que crecen y se alimentan de artemia salina y otros organismos ricos en pigmentos carotenoides, su color va transformándose gradualmente hasta alcanzar ese emblemático rosa que los hace tan especiales.
Y hablando de color… una curiosidad fascinante: el tono del plumaje también puede indicar el sexo del flamenco. Los machos tienden a tener un tono más intenso, más rosado, mientras que las hembras presentan una coloración más pálida. Así que si alguna vez te preguntas si Peaches es macho o hembra… ¡el color podría darte una pista!
Conservación que da frutos
Gracias a esfuerzos conjuntos de comunidades locales, científicos y centros de conservación, la población de flamencos ha crecido de 2,000 a más de 30,000. Y Peaches es una prueba de que estos esfuerzos valen la pena.
Su historia nos conecta con un México profundo, salado, colorido y vivo. Uno que, como Peaches, siempre encuentra el camino de vuelta a casa.